Posted by on Ene 31, 2015 in Sensaciones | 0 comments

Existe un hilo invisible que conecta a todos aquellos que a pesar del tiempo, lugar y circunstancia están destinados a conocerse.

Este cordón podrá enredarse, liarse, tensarse o deslizarse, pero nunca llegara a romperse.

Si algo está destinado a suceder, no importa perseguir acontecimientos, ya que estos lo encontraran a uno, por muy alejado o escondido que se encuentre. Nada pasa por casualidad y todo tiene un sentido.

Nuestras vidas están expuestas a nuestro sino y a numerosas situaciones que sobrepasan con creces la imaginación, de cualquier mediocre escritor de fantasía.

Cualquier encuentro, ya sea por un breve o largo plazo, sucede por algún motivo y con alguna finalidad. Algunos nos aportan sentimientos, otros nos cargan de emociones, otros nos enriquecen  como personas, otros nos pueden ofrecer un cierto equilibrio, otros simplemente algún tipo de ayuda para mejorar nuestra existencia, otros nos descubren unos conocimientos nuevos e insospechados  y otros, hasta nos pueden regalar; una perspectiva de la vida desde un ángulo diferente de la historia.

Todos ellos, en su medida, pueden ser dignificantes en su  contexto, forman parte de nuestra andadura y de un mismo proceso. Cada vez que uno se adentra en un inédito territorio, puede descubrir matices y  satisfacciones nuevas, ya que lo importante no es el final del trayecto, sino lo que se aprende durante el camino.

Este mismo lazo es el que envuelve en una especie de círculo invisible cerrado de felicidad y armonía, a las personas de corazón puro. Estas deben permanecer  fuertemente agarradas a él y  tratando de no liberarse, a fin de no asemejarse nunca, a un barco que ha soltado amarras, tiene la velas rotas, va a la merced del viento o sin brújula a la deriva…

 

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