Actualmente, se ha puesto de moda todo lo relacionado con los fogones.
Todos sabemos que la cocina es un completo instrumento, con un potencial cultural, de enorme peso y poder. Me atrevería a afirmar que es una de las costumbres más habituales y empleadas sobretodo por los latinos, que las usamos tanto para una gestión comercial, cualquier tipo de celebración o incluso una cita romántica. Todas estas variadas reuniones, suelen empezar siempre, alrededor de una mesa.
Asimismo creo (sin intentar caer en falsos machismos), que mayormente con gran cantidad de hombres, es mucho más fácil empatizar o llegar hasta ellos, compartiendo el sendero del estómago.
Cuando el tiempo me lo permite, suelo tomarte una siesta de tecnologías, para ponerme a cocinar; sin ajetreos, prisas, con pausas, jugando con la imaginación y los ingredientes, en una especie de puesta en acción y comunión, con el fin de despertar emociones.
Normalmente prefiero hacerlo sola y soy tan crítica conmigo misma, que nunca estoy satisfecha con mis resultados.
El cocinar no supone únicamente para mí, un ejercicio de supervivencia. Es mucho más que esto. Se me antoja como una práctica armónica e íntima, que si la compartes con algún ser amado, tiene hasta la capacidad, de reforzar vínculos de una manera un tanto especial, casi espiritual. Por este motivo no me seduce la idea de cocinar con cualquiera. Solo me produce un cierto placer, si existe algún lazo especial con las personas con las que comparto estos pequeños momentos mágicos…
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