Cada noche y cuando todos dormían, KIU que vivía en un pueblecito muy bello de China, salía sigilosamente de su cabaña y se sentaba en una roca mirando atentamente hacia el cielo, sin moverse ni pestañear y colocando sobre sus rodillas un pequeño cofre que llevaba de latón muy brillante, el cual escondía siempre debajo de un arcón en su alcoba.
Estaba totalmente inmóvil y solo se movía de vez en cuando en esta especie de ritual, cuando veía algo que siempre primero la hacía sonreír, para luego seguidamente agacharse y coger una pequeña piedrecita del suelo que introducía con mucho cuidado en su celosa cajita…
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