Había una vez una cometa muy bonita, bastante grande, con forma de estrella y tenía una enorme cola de llamativos y brillantes colores.
Despertaba tanta curiosidad por allí donde pasaba y todos la admiraban tanto, que se volvió muy engreída y presumida, llegando a creerse que era la única y que podía volar más alto que ninguna.
Un día se organizó una importante competición, y allí se presentó ella, con la absoluta seguridad de que volaría por encima de las demás y que, por consiguiente, ganaría sin problemas el concurso, llevándose el codiciado primer premio.
Era una bonita mañana de primavera, con un cálido sol y una suave brisa que hacían perfecto el vuelo.
Empezó la carrera y, mientras iban subiendo, se mofaba de las demás con gran altanería.
Sobre todo de una pequeña con diseño de corazón que, al contrario de ella, iba alzándose despacito y sin prisas.
La flor se elevó tanto que parecía que iba a tocar el cielo con sus puntas.
Pero entonces…
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