Cuando cambia una situación, debemos aprender a prescindir de todo lo que hasta aquel momento, para nosotros era costumbre. Entonces empieza un periodo complicado de limpieza. Hay que purificarse, reconfortarse, fortalecerse, ventilar, tirar cosas y empezar a soltar lastre, a fin de recuperar el equilibrio necesario, en ocasiones un tanto perdido, a causa de los complicados acontecimientos y posibles daños colaterales, ocasionados por las circunstancias.
A veces cargamos con fantasmas de los que ni siquiera somos conscientes y nos han obligado a pagar peaje. Somos supervivientes, que necesitamos vivir templados. El camino de la vida siempre va hacia adelante y nunca hacia atrás, por tanto; debemos seguir caminando, aunque se nos presenten rutas desconocidas o no transitadas. Nadie debe permanecer estático, ni ir a la deriva sin brújula. Solo el que sabe de dónde viene, puede llegar a saber a donde va.
También hay que cerrar puertas, pasar cuartillas y cerrar el círculo. En este momento uno experimenta una metamorfosis y se transforma, en una persona diferente. Es otro sujeto y se da cuenta de que ya no encajaba allí. Ahora tiene sueños, deseos, esperanzas y hasta gustos diferentes y es consciente de que, cada decisión tomada, tiene sentido.
Pasado este tiempo de lágrimas silenciosas, cuando los colores de la alteración se han relajado y vuelve la placidez, es el momento de empezar a escribir una hoja en blanco y comenzar a redactar un libro nuevo, del que no se sabe aún su temática, ni tan sólo, como se desarrollará su trama, pero con la certeza de que si en verdad todo está concebido y corresponde a un mismo plan del universo y este ha previsto «algo» para nosotros, no vale resistirse, no hay que darle más vueltas y solo hay que dejarse llevar, pues en el momento preciso este «algo» nos encontrará, aunque estemos escondidos…
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