Había una vez una elefantíta muy presumida que se llamaba Tatá y siempre se paseaba con pulseras y un enorme lazo de color rosa.
A pesar de todo, no se sentía feliz porque no estaba contenta con su aspecto. Hubiera querido ser un animal más ligero y ágil, pero no pesado como era ella.
Un día decidió no probar bocado para ver si conseguía convertirse en uno como los otros que tanto admiraba.
Pero pasadas las semanas fue debilitándose tanto que se quedó sin fuerzas y no podía moverse, reir ni tan sólo jugar como sus amigos.
Entonces…
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