Normalmente muchos de nosotros somos personas educadas que seguimos los criterios constituidos, sin salirnos casi nunca del guion.
Pero a veces las convenciones seguidas durante un largo tiempo, nos abruman y agotan.
En algún momento de nuestra vida, nos invaden unas terribles ganas de despeinarnos un poco, permitiendo que, el aire agite nuestro cabello y al mismo tiempo, podamos despojarnos de nuestras anquilosadas galas, para liberarnos un poco y escapar de toda norma establecida.
Sentimos deseos de soltar unas amarras, que nos tienen rígidamente atados, a cantidad de prejuicios desfasados, produciéndonos a menudo, un exceso de sensaciones reprimidas.
Decir lo que uno piensa sin ahogar opiniones, rebatir sobre temas velados, sacar a la luz tramas ocultas, o proclamar en voz alta, alguna lindeza que por respeto, nunca nos atreveríamos a pregonar y, en definitiva, dejar de lado las buenas formas.
Organizar reuniones cargadas de cervezas, vinos, licores y risas espontáneas de estas, que se producen sin motivo definido, o tal vez estas otras, provocadas por oscuras confidencias.
Caminar sin rumbo, plan o prisa, llegando hasta donde el destino, con sus malabares juegos, tenga previsto llevarnos.
Pero luego uno toca tierra, abre los ojos, despierta, regresa la conciencia, el peso de la realidad y entonces se siente aliviado, únicamente con el solo hecho de haberlo soñado, pues a pesar de todo, tiene la mala suerte de ser moderado, correcto, considerado y en gran manera educado…
Siguenos!