Posted by on May 25, 2014 in Cuentos, Para dormir | 0 comments

Era un bonito atardecer del mes de a junio y Alma esperaba que la fueran a recoger sus amigos.

Se puso una vaporosa túnica sobre uno de sus bañadores preferidos, que era de color azul y con unas estrellitas plateadas aplicadas, se calzó unas alpargatas de esparto, cogió unas velas, unas varitas de incienso y unos pétalos de rosas de variados colores, que había comprado aquella misma tarde. Seguidamente lo metió todo en una bolsa y siguió esperando impaciente que pasaran a buscarla.

A los pocos minutos pudo distinguir el ruido del coche de sus compañeros, y presurosa salió a su encuentro.

Después de un largo camino. Cantando al unísono antiguas canciones que habían aprendido juntos hacía años en el colegio, llegaron a una playa de arena fina y blanca. Era tan larga que a simple vista no se divisaba donde terminaba. El agua era tan cristalina y transparente que se podían contar con facilidad, todas las piedras, caracolitos y conchas depositadas en el fondo.

Corría una suave brisa y se apreciaba un fuerte olor a esencias mezcladas

Sobre la arena había lucecitas por todas partes, y  también grupos de gentes con fuegos encendidos por todos lados.

Se respiraba un ambiente cálido y a la vez enigmático.

Entonces…