Posted by on May 6, 2014 in Sensaciones | 0 comments

Hay pequeños objetos que nos rodean, que aunque a simple vista, pueden parecer sólo insignificantes cosas forman parte de nuestro ser, ya que son una prolongación de nosotros mismos.

Una simple fotografía, un cenicero o un imán, componen una porción de nuestros recuerdos evocando a menudo viajes pretéritos e impresos para siempre en nuestra memoria.

Aquella habitación repleta de piezas también está llena de todas las esperanzas, sueños y  anhelos que tuvimos tanto en un pasado, presente y posiblemente en un futuro inmediato.

Esta candela (a medio consumir) que en apariencia, podría dar la sensación que tuvo como única misión proporcionar tan sólo un punto de luz, puede ser que tal vez no sea tan simple únicamente y tal vez nos trae la presencia impresa en su cera, de una noche mágica, con entrañables amigos, música relajante, cena deliciosa, conversación gratificante y en definitiva, una irrepetible velada.

Una funda de cd no es únicamente un envoltorio; es mucho más, pues lleva en el registro de la memoria, los instantes en que lo estuvimos escuchando una y otra vez (de forma obsesiva), en un momento que fue complicado y oscuro de nuestra vida: o tal vez, durante intervalos inversos, que nos deleitaron y fueron especialmente especiales y mágicos para nosotros.

Incluso explorando un poco, hasta podríamos descubrir otras pequeños  trofeos nostálgicos cómo los que contienen “La caja de los tesoros” que algunos aún conservan en su poder, a pesar de las numerosas vueltas de reloj. En ella podrían encontrarse los más variados y heterogéneos artículos:   una piedra dotada de unos supuestos poderes mágicos, un diente de leche, un trozo de cristal brillante con valor similar y ficticio a un brillante, una pulsera de un amor adolescente, un pendiente (superviviente de una primera fiesta juvenil), un poema o carta de un inexperto cándido enamorado y también, primeros dibujos de algún retoño con dedicatoria correspondiente: Mamá te quiero mucho o eres la mejor Mamá del mundo…

Las pequeñas cosas son por tanto, el séquito misterioso silencioso al que entregamos una porción de nuestra alma, que con el único acto de nuestro acercamiento, o solo nuestra presencia, las hemos salpicado de sentimientos, pues al rozarlas, palparlas y tocarlas las hemos amado, haciéndolas un poco más nuestras e impregnándolas con un poco de amor, por lo que ya son parte  indispensable de nuestras historias…